En los últimos años vemos cómo la desorientación de los
profesionales de la
comunicación, ante tanto cambio e innovación en los soportes
y formatos unida
a las demandas de directivos con poco talento en lo que a
desarrollo tecnológico
se refiere, producen estrategias, campañas o acciones sin
fondo, banales y en
las que el único argumento es el uso de la tecnología en sí
mismo, aunque sea
sin ningún sentido.
El público, básicamente quiere (queremos) hacer más cosas
por menos, hacerlas
de forma más sencilla, más divertida o en menos tiempo. Lo
que el público
quiere en definitiva es ser feliz, una vida más fácil y más
eficiente. Parece increíble
pero las motivaciones de la gente no han cambiado mucho
desde que en
1943 el señor Maslow nos mostrara su pirámide, esa escalera
de la vida en la
que, en un peldaño u otro, todos nos encontramos.
Entonces, ¿qué podemos hacer para implementar de forma real
la tecnología en
nuestras estrategias de comunicación? Como primer paso es
totalmente necesario
olvidarse de la tecnología y volver a pensar en la persona.
¿Son las campañas
más tecnológicas las más exitosas? Decididamente, no. Son
las que conectan
más con la persona y sus motivaciones o necesidades, y
aquellas que para impactar
con la psique humana se ayudan de la tecnología justa y
necesaria. Esas
sí que son las que triunfan de verdad. Parece mentira que
todo haya cambiado
tanto… para que, al final, nada haya cambiado realmente.
El creativo o el profesional de la comunicación tiene el
deber de estar al día en
la innovación tecnológica, conocer las últimas herramientas,
servirse de ellas
y desarrollar alianzas, colaborar con nuevos perfiles
profesionales, ingenieros,
químicos, informáticos… pero no para crear sopas de palabras
de moda en sus
planes, sino para conocer mejor que nadie en qué estado se
encuentran los
límites de lo posible, para que un mensaje potente no se
quede en el camino
por simple desconocimiento y para desarrollar nuevos códigos
de comunicación
mucho más allá del verbo.
La tecnología evoluciona para brindarnos la posibilidad de
soñar más, eliminando
barreras, pero corremos el riesgo de que ante tanto cambio,
tanta información
y tantas posibilidades, perdamos la perspectiva, nos
abrumemos y
caigamos en la mediocridad de crear una cuenta en Twitter
antes de pensar
para qué demonios usarla.
Si me pide que hoy le recomiende la mejor agencia no le diré
la que tenga más
informáticos, más ordenadores, ni servidores más grandes. La
mejor agencia
sigue siendo la que tenga la mesa redonda más grande,
poblada de creativos,
filósofos, ingenieros, artistas, humanistas, marcianos,
niños y ancianos… y pilotada
por verdaderos profesionales de la comunicación. La que
disponga de menos
paredes, menos prejuicios y más ganas de comerse la cuenta.
No lo dude,
esta agencia está preparada para hacer virguerías con la
tecnología, aunque no
tenga ni un solo ordenador sobre la mesa.
Contenido recogido del artículo:
Cebrián, Alfredo (2014). La integración real de la tecnología en la estrategia de
comunicación. En: adComunica. Revista Científica de Estrategias, Tendencias e
Innovación en Comunicación, nº8. Castellón: Asociación para el Desarrollo de
la Comunicación adComunica, Universidad Complutense de Madrid y Universitat
Jaume I, 221-224. DOI: http://dx.doi.org/10.6035/2174-0992.2014.8.16.
comunicación. En: adComunica. Revista Científica de Estrategias, Tendencias e
Innovación en Comunicación, nº8. Castellón: Asociación para el Desarrollo de
la Comunicación adComunica, Universidad Complutense de Madrid y Universitat
Jaume I, 221-224. DOI: http://dx.doi.org/10.6035/2174-0992.2014.8.16.
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