Sólo la creatividad nos hará libres.
El “mundo viejuno” nos acecha. Y para conjurarlo no basta con ponerse
bambas y camisetas molonas o llevar gafas de pasta. El lastre es
demasiado pesado y sale de muy adentro, El mal está muy enquistado y no
sirve poner paños calientes o hacer un banner en formato “pop up”.
No busquemos culpables de la situación en la que se encuentran
agencias y comunicación, o agencias de comunicación. Recuerda a Doryan
Grey y su espejo.
He llegado el momento de cortar por lo sano, de separar la carne
putrefacta, de quitar lo que no sirve y de quedarse con lo que de verdad
importa, de olvidarse de descuentos, rápeles y comisiones, de recuperar
nuestra esencia y nuestra razón de ser.
Porque lo nuestro son la estrategia y la creatividad, la estrategia creativa y la creatividad estratégica. Y nada más.
Porque primero están las ideas y después vienen los formatos.
Porque ya no se puede pensar en televisión o en gráfica o en redes
sociales. Porque primero hay qué pensar qué queremos decir y a quién. Y
después vendrá el cómo y el dónde. Y habrá que hacerlo de manera
notoria, diferente y, por supuesto, adecuada. Y eso es estrategia. Y eso
es creatividad. Estrategia creativa y la creatividad estratégica.
Porque sólo la creatividad nos hará libres.
Libres de esas rencillas absurdas entre clientes y agencias, libres
para trabajar mano a mano y de igual a igual con el anunciante, haciendo
equipo, construyendo comunicación y relaciones sólidas basadas en el
feeling y la profesionalidad, ajenas a “preséntame dos líneas
diferentes, ampliando target y con la mitad de presupuesto… mañana a
primera hora”
Relaciones cimentadas en el respeto, la confianza y los resultados.
No en concursos indiscriminados y no remunerados, sino en el valor del
trabajo hecho para otros y para él mismo, en la reputación de la
agencia, en su orgullo por el trabajo bien hecho.
Libres para trabajar con los mejores, con los que tienen mucho que
enseñar, dentro y fuera de la agencia. Para saber que nuestro trabajo
puede, y debe, ser mejorado. Para hacer equipo con los mejores
fotógrafos, realizadores, impresores… sin que el arañar un 10% más en
producción sea la “reason why” de cada campaña. Para funcionar, dentro y
fuera, con clientes y colaboradores, no como una orquesta que nosotros
dirigimos con mano férrea, sino como una banda de jazz en una
inolvidable e irrepetible jam session en la que trabajamos para
lucimiento del cliente y, por qué no, nuestro. Porque para eso también
hemos de ser libres.
Libres para liberarnos de vergüenzas, tabúes y falsas modestias, y
tener claro que no vale con predicar, que hay que aplicarnos a nosotros
lo que vendemos a nuestros clientes, que hay que dejarse ver, comunicar,
arriesgar…
Libres de llevar el peso de ser los más grandes para poder ser los
mejores. De no poder competir con las multinacionales, de saber que
ellas tampoco pueden competir contigo. De ser ligeros y rápidos.
Y todo esto, amigo mío, no es de hoy. Comenzaban los años 80 y
algunos de esos creativos, que con sus “boutiques creativas” nos
llevaron al tercer puesto en la creatividad mundial fueron mucho menos
viejunos que gran parte de las actitudes, miedos, recelos y vicios que
hoy nos acechan.
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